La gitanilla 10_Miguel de Cervantes Saavedra(塞万提斯《吉普赛姑娘》 10)

2022-09-11 22:14:5024:39 106
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(Sección 10)

 

Iba Preciosaconfusa, que no sabía a qué efeto se habían hecho con ella aquellasdiligencias; y más, viéndose llevar en brazos de la corregidora, y que le dabade un beso hasta ciento. Llegó, en fin, con la preciosa carga doña Guiomar a lapresencia de su marido, y, trasladándola de sus brazos a los del corregidor, ledijo:

­Recebid,señor, a vuestra hija Costanza, que ésta es sin duda; no lo dudéis, señor, enningún modo, que la señal de los dedos juntos y la del pecho he visto; y más,que a mí me lo está diciendo el alma desde el instante que mis ojos la vieron.

­No lo dudo­respondió el corregidor, teniendo en sus brazos a Preciosa­, que los mismosefetos han pasado por la mía que por la vuestra; y más, que tantaspuntualidades juntas, ¿cómo podían suceder, si no fuera por milagro?

Toda la gente decasa andaba absorta, preguntando unos a otros qué sería aquello, y todos dabanbien lejos del blanco; que, ¿quién había de imaginar que la gitanilla era hijade sus señores? El corregidor dijo a su mujer y a su hija, y a la gitana vieja,que aquel caso estuviese secreto hasta que él le descubriese; y asimismo dijo ala vieja que él la perdonaba el agravio que le había hecho en hurtarle el alma,pues la recompensa de habérsela vuelto mayores albricias recebía; y que sólo lepesaba de que, sabiendo ella la calidad de Preciosa, la hubiese desposado conun gitano, y más con un ladrón y homicida.

­¡Ay! ­dijoa esto Preciosa­, señor mío, que ni es gitano ni ladrón, puesto que es matador;pero fuelo del que le quitó la honra, y no pudo hacer menos de mostrar quiénera y matarle.

­¿Cómo queno es gitano, hija mía? ­dijo doña Guiomar.

Entonces lagitana vieja contó brevemente la historia de Andrés Caballero, y que era hijode don Francisco de Cárcamo, caballero del hábito de Santiago, y que se llamabadon Juan de Cárcamo; asimismo del mismo hábito, cuyos vestidos ella tenía,cuando los mudó en los de gitano. Contó también el concierto que entre Preciosay don Juan estaba hecho, de aguardar dos años de aprobación para desposarse ono. Puso en su punto la honestidad de entrambos y la agradable condición de donJuan.

Tanto seadmiraron desto como del hallazgo de su hija, y mandó el corregidor a la gitanaque fuese por los vestidos de don Juan. Ella lo hizo ansí, y volvió con otrogitano, que los trujo.

En tanto que ellaiba y volvía, hicieron sus padres a Preciosa cien mil preguntas, a quienrespondió con tanta discreción y gracia que, aunque no la hubieran reconocidopor hija, los enamorara. Preguntáronla si tenía alguna afición a don Juan.Respondió que no más de aquella que le obligaba a ser agradecida a quien sehabía querido humillar a ser gitano por ella; pero que ya no se estendería amás el agradecimiento de aquello que sus señores padres quisiesen.

­Calla,hija Preciosa ­dijo su padre­, que este nombre de Preciosa quiero que se tequede, en memoria de tu pérdida y de tu hallazgo; que yo, como tu padre, tomo acargo el ponerte en estado que no desdiga de quién eres.

Suspiró oyendoesto Preciosa, y su madre (como era discreta, entendió que suspiraba deenamorada de don Juan) dijo a su marido:

­Señor, siendo tan principal don Juan deCárcamo como lo es, y queriendo tanto a nuestra hija, no nos estaría maldársela por esposa.

Y él respondió:

­Aun hoy la habemos hallado, ¿y ya queréisque la perdamos? Gocémosla algún tiempo; que, en casándola, no será nuestra,sino de su marido.

­Razón tenéis, señor ­respondió ella­, perodad orden de sacar a don Juan, que debe de estar en algún calabozo.

­Sí estará ­dijo Preciosa­; que a unladrón, matador y, sobre todo, gitano, no le habrán dado mejor estancia.

­Yo quiero ir a verle, como que le voy atomar la confesión ­respondió el corregidor­, y de nuevo os encargo, señora,que nadie sepa esta historia hasta que yo lo quiera.

Y, abrazando a Preciosa, fue luego a lacárcel y entró en el calabozo donde don Juan estaba, y no quiso que nadieentrase con él. Hallóle con entrambos pies en un cepo y con las esposas a lasmanos, y que aún no le habían quitado el piedeamigo. Era la estancia escura,pero hizo que por arriba abriesen una lumbrera, por donde entraba luz, aunquemuy escasa; y, así como le vio, le dijo:

­¿Cómo está la buena pieza? ¡Que asítuviera yo atraillados cuantos gitanos hay en España, para acabar con ellos enun día, como Nerón quisiera con Roma, sin dar más de un golpe! Sabed, ladrónpuntoso, que yo soy el corregidor desta ciudad, y vengo a saber, de mí a vos,si es verdad que es vuestra esposa una gitanilla que viene con vosotros.

Oyendo esto Andrés, imaginó que elcorregidor se debía de haber enamorado de Preciosa; que los celos son decuerpos sutiles y se entran por otros cuerpos sin romperlos, apartarlos nidividirlos; pero, con todo esto, respondió:

­Si ella ha dicho que yo soy su esposo, esmucha verdad; y si ha dicho que no lo soy, también ha dicho verdad, porque noes posible que Preciosa diga mentira.

­¿Tan verdadera es? ­respondió elcorregidor­. No es poco serlo, para ser gitana. Ahora bien, mancebo, ella hadicho que es vuestra esposa, pero que nunca os ha dado la mano. Ha sabido que,según es vuestra culpa, habéis de morir por ella; y hame pedido que antes devuestra muerte la despose con vos, porque se quiere honrar con quedar viuda deun tan gran ladrón como vos.

­Pues hágalo vuesa merced, señor corregidor,como ella lo suplica; que, como yo me despose con ella, iré contento a la otravida, como parta désta con nombre de ser suyo.

­¡Mucho la debéis de querer! ­dijo elcorregidor.

­Tanto ­respondió el preso­, que, a poderlodecir, no fuera nada. En efeto, señor corregidor, mi causa se concluya: yo matéal que me quiso quitar la honra; yo adoro a esa gitana, moriré contento simuero en su gracia, y sé que no nos ha de faltar la de Dios, pues entramboshabremos guardado honestamente y con puntualidad lo que nos prometimos.

­Pues esta noche enviaré por vos ­dijo elcorregidor­, y en mi casa os desposaréis con Preciosica, y mañana a mediodíaestaréis en la horca, con lo que yo habré cumplido con lo que pide la justiciay con el deseo de entrambos.

Agradecióselo Andrés, y el corregidorvolvió a su casa y dio cuenta a su mujer de lo que con don Juan había pasado, yde otras cosas que pensaba hacer.

En el tiempo que él faltó dio cuentaPreciosa a su madre de todo el discurso de su vida, y de cómo siempre habíacreído ser gitana y ser nieta de aquella vieja; pero que siempre se habíaestimado en mucho más de lo que de ser gitana se esperaba. Preguntóle su madreque le dijese la verdad: si quería bien a don Juan de Cárcamo. Ella, convergüenza y con los ojos en el suelo, le dijo que por haberse consideradogitana, y que mejoraba su suerte con casarse con un caballero de hábito y tanprincipal como don Juan de Cárcamo, y por haber visto por experiencia su buenacondición y honesto trato, alguna vez le había mirado con ojos aficionados;pero que, en resolución, ya había dicho que no tenía otra voluntad de aquellaque ellos quisiesen.

Llegóse la noche, y, siendo casi las diez,sacaron a Andrés de la cárcel, sin las esposas y el piedeamigo, pero no sin unagran cadena que desde los pies todo el cuerpo le ceñía. Llegó dese modo, sinser visto de nadie, sino de los que le traían, en casa del corregidor, y con silencioy recato le entraron en un aposento, donde le dejaron solo. De allí a un ratoentró un clérigo y le dijo que se confesase, porque había de morir otro día. Alo cual respondió Andrés:

­De muy buena gana me confesaré, pero ¿cómono me desposan primero? Y si me han de desposar, por cierto que es muy malo eltálamo que me espera.

Doña Guiomar, que todo esto sabía, dijo asu marido que eran demasiados los sustos que a don Juan daba; que los moderase,porque podría ser perdiese la vida con ellos. Parecióle buen consejo alcorregidor, y así entró a llamar al que le confesaba, y díjole que primerohabían de desposar al gitano con Preciosa, la gitana, y que después seconfesaría, y que se encomendase a Dios de todo corazón, que muchas veces suelellover sus misericordias en el tiempo que están más secas las esperanzas.

En efeto, Andrés salió a una sala dondeestaban solamente doña Guiomar, el corregidor, Preciosa y otros dos criados decasa. Pero, cuando Preciosa vio a don Juan ceñido y aherrojado con tan grancadena, descolorido el rostro y los ojos con muestra de haber llorado, se lecubrió el corazón y se arrimó al brazo de su madre, que junto a ella estaba, lacual, abrazándola consigo, le dijo:

­Vuelve en ti, niña, que todo lo que veesha de redundar en tu gusto y provecho.

Ella, que estaba ignorante de aquello, nosabía cómo consolarse, y la gitana vieja estaba turbada, y los circunstantes,colgados del fin de aquel caso.

El corregidor dijo:

­Señor tiniente cura, este gitano y estagitana son los que vuesa merced ha de desposar.

­Eso no podré yo hacer si no precedenprimero las circunstancias que para tal caso se requieren. ¿Dónde se han hecholas amonestaciones? ¿Adónde está la licencia de mi superior, para que con ellasse haga el desposorio?

­Inadvertencia ha sido mía ­respondió elcorregidor­, pero yo haré que el vicario la dé.

­Pues hasta que la vea ­respondió eltiniente cura­, estos señores perdonen.

Y, sin replicar más palabra, porque nosucediese algún escándalo, se salió de casa y los dejó a todos confusos.

­El padre ha hecho muy bien ­dijo a estasazón el corregidor­, y podría ser fuese providencia del cielo ésta, para queel suplicio de Andrés se dilate; porque, en efeto, él se ha de desposar conPreciosa y han de preceder primero las amonestaciones, donde se dará tiempo altiempo, que suele dar dulce salida a muchas amargas dificultades; y, con todoesto, quería saber de Andrés, si la suerte encaminase sus sucesos de manera quesin estos sustos y sobresaltos se hallase esposo de Preciosa, si se tendría pordichoso, ya siendo Andrés Caballero, o ya don Juan de Cárcamo.

Así como oyó Andrés nombrarse por sunombre, dijo:

­Pues Preciosa no ha querido contenerse enlos límites del silencio y ha descubierto quién soy, aunque esa buena dicha mehallara hecho monarca del mundo, la tuviera en tanto que pusiera término a misdeseos, sin osar desear otro bien sino el del cielo.

­Pues, por ese buen ánimo que habéismostrado, señor don Juan de Cárcamo, a su tiempo haré que Preciosa sea vuestralegítima consorte, y agora os la doy y entrego en esperanza por la más ricajoya de mi casa, y de mi vida; y de mi alma; y estimadla en lo que decís,porque en ella os doy a doña Costanza de Meneses, mi única hija, la cual, si osiguala en el amor, no os desdice nada en el linaje.

Atónito quedó Andrés viendo el amor que lemostraban, y en breves razones doña Guiomar contó la pérdida de su hija y suhallazgo, con las certísimas señas que la gitana vieja había dado de su hurto;con que acabó don Juan de quedar atónito y suspenso, pero alegre sobre todoencarecimiento. Abrazó a sus suegros, llamólos padre[s] y señores suyos, besólas manos a Preciosa, que con lágrimas le pedía las suyas.

Rompióse el secreto, salió la nueva delcaso con la salida de los criados que habían estado presentes; el cual sabidopor el alcalde, tío del muerto, vio tomados los caminos de su venganza, pues nohabía de tener lugar el rigor de la justicia para ejecutarla en el yerno delcorregidor.

Vistióse don Juan los vestidos de camino queallí había traído la gitana; volviéronse las prisiones y cadenas de hierro enlibertad y cadenas de oro; la tristeza de los gitanos presos, en alegría, puesotro día los dieron en fiado. Recibió el tío del muerto la promesa de dos milducados, que le hicieron porque bajase de la querella y perdonase a don Juan,el cual, no olvidándose de su camarada Clemente, le hizo buscar; pero no lehallaron ni supieron dél, hasta que desde allí a cuatro días tuvo nuevasciertas que se había embarcado en una de dos galeras de Génova que estaban enel puerto de Cartagena, y ya se habían partido.

Dijo el corregidor a don Juan que tenía pornueva cierta que su padre, don Francisco de Cárcamo, estaba proveído porcorregidor de aquella ciudad, y que sería bien esperalle, para que con subeneplácito y consentimiento se hiciesen las bodas. Don Juan dijo que nosaldría de lo que él ordenase, pero que, ante todas cosas, se había de desposarcon Preciosa. Concedió licencia el arzobispo para que con sola una amonestaciónse hiciese. Hizo fiestas la ciudad, por ser muy bienquisto el corregidor, conluminarias, toros y cañas el día del desposorio; quedóse la gitana vieja encasa, que no se quiso apartar de su nieta Preciosa.

Llegaron las nuevas a la Corte del caso ycasamiento de la gitanilla; supo don Francisco de Cárcamo ser su hijo el gitanoy ser la Preciosa la gitanilla que él había visto, cuya hermosura disculpó conél la liviandad de su hijo, que ya le tenía por perdido, por saber que no habíaido a Flandes; y más, porque vio cuán bien le estaba el casarse con hija de tangran caballero y tan rico como era don Fernando de Azevedo. Dio priesa a supartida, por llegar presto a ver a sus hijos, y dentro de veinte días ya estabaen Murcia, con cuya llegada se renovaron los gustos, se hicieron las bodas, secontaron las vidas, y los poetas de la ciudad, que hay algunos, y muy buenos,tomaron a cargo celebrar el estraño caso, juntamente con la sin igual bellezade la gitanilla. Y de tal manera escribió el famoso licenciado Pozo, que en susversos durará la fama de la Preciosa mientras los siglos duraren.

Olvidábaseme de decir cómo la enamoradamesonera descubrió a la justicia no ser verdad lo del hurto de Andrés elgitano, y confesó su amor y su culpa, a quien no respondió pena alguna, porqueen la alegría del hallazgo de los desposados se enterró la venganza y resucitóla clemencia.


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