La gitanilla 05_Miguel de Cervantes Saavedra(塞万提斯《吉普赛姑娘》 05)

2019-07-27 10:10:0129:10 107
声音简介

(Sección 5)

 

Finalmente, eldoblón de dos caras se le dieron a Preciosa, y ella dijo a sus compañeras quele trocaría y repartiría con ellas hidalgamente. El padre de Andrés le dijo quele dejase por escrito las palabras que había dicho a don Juan, que las queríasaber en todo caso. Ella dijo que las diría de muy buena gana, y queentendiesen que, aunque parecían cosa de burla, tenían gracia especial parapreservar el mal del corazón y los vaguidos de cabeza, y que las palabras eran:

''Cabecita,cabecita,

tente en ti, note resbales,

y apareja dospuntales

de la pacienciabendita.

Solicita

la bonita

confiancita;

no te inclines

a pensamientosruines;

verás cosas

que toquen enmilagrosas,

Dios delante

y San Cristóbalgigante''.

­Con lamitad destas palabras que le digan, y con seis cruces que le hagan sobre elcorazón a la persona que tuviere vaguidos de cabeza ­dijo Preciosa­, quedarácomo una manzana.

Cuando la gitanavieja oyó el ensalmo y el embuste, quedó pasmada; y más lo quedó Andrés, quevio que todo era invención de su agudo ingenio. Quedáronse con el soneto,porque no quiso pedirle Preciosa, por no dar otro tártago a Andrés; que yasabía ella, sin ser enseñada, lo que era dar sustos y martelos, y sobresaltoscelosos a los rendidos amantes.

Despidiéronse lasgitanas, y, al irse, dijo Preciosa a don Juan:

­Mire,señor, cualquiera día desta semana es próspero para partidas, y ninguno esaciago; apresure el irse lo más presto que pudiere, que le aguarda una vidaancha, libre y muy gustosa, si quiere acomodarse a ella.

­No es tanlibre la del soldado, a mi parecer ­respondió don Juan­, que no tenga más desujeción que de libertad; pero, con todo esto, haré como viere.

­Más veréisde lo que pensáis ­respondió Preciosa­, y Dios os lleve y traiga con bien, comovuestra buena presencia merece.

Con estas últimaspalabras quedó contento Andrés, y las gitanas se fueron contentísimas.

Trocaron eldoblón, repartiéronle entre todas igualmente, aunque la vieja guardiana llevabasiempre parte y media de lo que se juntaba, así por la mayoridad, como por serella el aguja por quien se guiaban en el maremagno de sus bailes, donaires, yaun de sus embustes.

Llegóse, en fin,el día que Andrés Caballero se apareció una mañana en el primer lugar de suaparecimiento, sobre una mula de alquiler, sin criado alguno. Halló en él aPreciosa y a su abuela, de las cuales conocido, le recibieron con mucho gusto.Él les dijo que le guiasen al rancho antes que entrase el día y con él sedescubriesen las señas que llevaba, si acaso le buscasen. Ellas, que, comoadvertidas, vinieron solas, dieron la vuelta, y de allí a poco rato llegaron asus barracas.

Entró Andrés enla una, que era la mayor del rancho, y luego acudieron a verle diez o docegitanos, todos mozos y todos gallardos y bien hechos, a quien ya la vieja habíadado cuenta del nuevo compañero que les había de venir, sin tener necesidad deencomendarles el secreto; que, como ya se ha dicho, ellos le guardan consagacidad y puntualidad nunca vista. Echaron luego ojo a la mula, y dijo unodellos:

­Ésta sepodrá vender el jueves en Toledo.

­Eso no­dijo Andrés­, porque no hay mula de alquiler que no sea conocida de todos losmozos de mulas que trajinan por España.

­Par Dios,señor Andrés ­dijo uno de los gitanos­, que, aunque la mula tuviera más señalesque las que han de preceder al día tremendo, aquí la transformáramos de maneraque no la conociera la madre que la parió ni el dueño que la ha criado.

­Con todoeso ­respondió Andrés­, por esta vez se ha de seguir y tomar el parecer mío. Aesta mula se ha de dar muerte, y ha de ser enterrada donde aun los huesos noparezcan.

­¡Pecadogrande! ­dijo otro gitano­: ¿a una inocente se ha de quitar la vida? No digatal el buen Andrés, sino haga una cosa: mírela bien agora, de manera que se lequeden estampadas todas sus señales en la memoria, y déjenmela llevar a mí; ysi de aquí a dos horas la conociere, que me lardeen como a un negro fugitivo.

­En ningunamanera consentiré ­dijo Andrés­ que la mula no muera, aunque más me aseguren sutransformación. Yo temo ser descubierto si a ella no la cubre la tierra. Y, sise hace por el provecho que de venderla puede seguirse, no vengo tan desnudo aesta cofradía, que no pueda pagar de entrada más de lo que valen cuatro mulas.

­Pues asílo quiere el señor Andrés Caballero ­dijo otro gitano­, muera la sin culpa; yDios sabe si me pesa, así por su mocedad, pues aún no ha cerrado (cosa no usadaentre mulas de alquiler), como porque debe ser andariega, pues no tiene costrasen las ijadas, ni llagas de la espuela.

Dilatóse sumuerte hasta la noche, y en lo que quedaba de aquel día se hicieron lasceremonias de la entrada de Andrés a ser gitano, que fueron: desembarazaron luegoun rancho de los mejores del aduar, y adornáronle de ramos y juncia; y,sentándose Andrés sobre un medio alcornoque, pusiéronle en las manos unmartillo y unas tenazas, y, al son de dos guitarras que dos gitanos tañían, lehicieron dar dos cabriolas; luego le desnudaron un brazo, y con una cinta deseda nueva y un garrote le dieron dos vueltas blandamente.

A todo se hallópresente Preciosa y otras muchas gitanas, viejas y mozas; que las unas conmaravilla, otras con amor, le miraban; tal era la gallarda disposición deAndrés, que hasta los gitanos le quedaron aficionadísimos.

Hechas, pues, lasreferidas ceremonias, un gitano viejo tomó por la mano a Preciosa, y, puestodelante de Andrés, dijo:

­Estamuchacha, que es la flor y la nata de toda la hermosura de las gitanas quesabemos que viven en España, te la entregamos, ya por esposa o ya por amiga,que en esto puedes hacer lo que fuere más de tu gusto, porque la libre y anchavida nuestra no está sujeta a melindres ni a muchasceremonias. Mírala bien, y mira si te agrada, o si vees en ella alguna cosa quete descontente; y si la vees, escoge entre las doncellas que aquí están la quemás te contentare; que la que escogieres te daremos; pero has de saber que unavez escogida, no la has de dejar por otra, ni te has de empachar ni entremeter,ni con las casadas ni con las doncellas. Nosotros guardamos inviolablemente laley de la amistad: ninguno solicita la prenda del otro; libres vivimos de laamarga pestilencia de los celos. Entre nosotros, aunque hay muchos incestos, nohay ningún adulterio; y, cuando le hay en la mujer propia, o alguna bellaqueríaen la amiga, no vamos a la justicia a pedir castigo: nosotros somos los juecesy los verdugos de nuestras esposas o amigas; con la misma facilidad las matamos,y las enterramos por las montañas y desiertos, como si fueran animales nocivos;no hay pariente que las vengue, ni padres que nos pidan su muerte. Con estetemor y miedo ellas procuran ser castas, y nosotros, como ya he dicho, vivimosseguros. Pocas cosas tenemos que no sean comunes a todos, excepto la mujer o laamiga, que queremos que cada una sea del que le cupo en suerte. Entre nosotrosasí hace divorcio la vejez como la muerte; el que quisiere puede dejar la mujervieja, como él sea mozo, y escoger otra que corresponda al gusto de sus años.Con estas y con otras leyes y estatutos nos conservamos y vivimos alegres;somos señores de los campos, de los sembrados, de las selvas, de los montes, delas fuentes y de los ríos. Los montes nos ofrecen leña de balde; los árboles,frutas; las viñas, uvas; las huertas, hortaliza; las fuentes, agua; los ríos,peces, y los vedados, caza; sombra, las peñas; aire fresco, las quiebras; ycasas, las cuevas. Para nosotros las inclemencias del cielo son oreos,refrigerio las nieves, baños la lluvia, músicas los truenos y hachas losrelámpagos. Para nosotros son los duros terreros colchones de blandas plumas:el cuero curtido de nuestros cuerpos nos sirve de arnés impenetrable que nosdefiende; a nuestra ligereza no la impiden grillos, ni la detienen barrancos,ni la contrastan paredes; a nuestro ánimo no le tuercen cordeles, ni lemenoscaban garruchas, ni le ahogan tocas, ni le doman potros. Del sí al no nohacemos diferencia cuando nos conviene: siempre nos preciamos más de mártiresque de confesores. Para nosotros se crían las bestias de carga en los campos, yse cortan las faldriqueras en las ciudades. No hay águila, ni ninguna otra avede rapiña, que más presto se abalance a la presa que se le ofrece, que nosotrosnos abalanzamos a las ocasiones que algún interés nos señalen; y, finalmente,tenemos muchas habilidades que felice fin nos prometen; porque en la cárcelcantamos, en el potro callamos, de día trabajamos y de noche hurtamos; o, pormejor decir, avisamos que nadie viva descuidado de mirar dónde pone suhacienda. No nos fatiga el temor de perder la honra, ni nos desvela la ambiciónde acrecentarla; ni sustentamos bandos, ni madrugamos a dar memoriales, niacompañar magnates, ni a solicitar favores. Por dorados techos y suntuosospalacios estimamos estas barracas y movibles ranchos; por cuadros y países deFlandes, los que nos da la naturaleza en esos levantados riscos y nevadaspeñas, tendidos prados y espesos bosques que a cada paso a los ojos se nosmuestran. Somos astrólogos rústicos, porque, como casi siempre dormimos alcielo descubierto, a todas horas sabemos las que son del día y las que son dela noche; vemos cómo arrincona y barre la aurora las estrellas del cielo, ycómo ella sale con su compañera el alba, alegrando el aire, enfriando el agua yhumedeciendo la tierra; y luego, tras ellas, el sol, dorando cumbres (como dijoel otro poeta) y rizando montes: ni tememos quedar helados por su ausenciacuando nos hiere a soslayo con sus rayos, ni quedar abrasados cuando con ellosparticularmente nos toca; un mismo rostro hacemos al sol que al yelo, a laesterilidad que a la abundancia. En conclusión, somos gente que vivimos pornuestra industria y pico, y sin entremeternos con el antiguo refrán:"Iglesia, o mar, o casa real"; tenemos lo que queremos, pues noscontentamos con lo que tenemos. Todo esto os he dicho, generoso mancebo, porqueno ignoréis la vida a que habéis venido y el trato que habéis de profesar, elcual os he pintado aquí en borrón; que otras muchas e infinitas cosas iréisdescubriendo en él con el tiempo, no menos dignas de consideración que las quehabéis oído.

Calló, endiciendo esto el elocuente y viejo gitano, y el novicio dijo que se holgabamucho de haber sabido tan loables estatutos, y que él pensaba hacer profesiónen aquella orden tan puesta en razón y en políticos fundamentos; y que sólo lepesaba no haber venido más presto en conocimiento de tan alegre vida, y quedesde aquel punto renunciaba la profesión de caballero y la vanagloria de su ilustrelinaje, y lo ponía todo debajo del yugo, o, por mejor decir, debajo de lasleyes con que ellos vivían, pues con tan alta recompensa le satisfacían eldeseo de servirlos, entregándole a la divina Preciosa, por quien él dejaríacoronas e imperios, y sólo los desearía para servirla.

A lo cualrespondió Preciosa:

­Puesto queestos señores legisladores han hallado por sus leyes que soy tuya, y que portuya te me han entregado, yo he hallado por la ley de mi voluntad, que es lamás fuerte de todas, que no quiero serlo si no es con las condiciones que antesque aquí vinieses entre los dos concertamos. Dos años has de vivir en nuestracompañía primero que de la mía goces, porque tú no te arrepientas por ligero,ni yo quede engañada por presurosa. Condiciones rompen leyes; las que te hepuesto sabes: si las quisieres guardar, podrá ser que sea tuya y tú seas mío; ydonde no, aún no es muerta la mula, tus vestidos están enteros, y de tusdineros no te falta un ardite; la ausencia que has hecho no ha sido aún de undía; que de lo que dél falta te puedes servir y dar lugar que consideres lo quemás te conviene. Estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo; pero no mialma, que es libre y nació libre, y ha de ser libre en tanto que yo quisiere.Si te quedas, te estimaré en mucho; si te vuelves, no te tendré en menos;porque, a mi parecer, los ímpetus amorosos corren a rienda suelta, hasta queencuentran con la razón o con el desengaño; y no querría yo que fueses tú paraconmigo como es el cazador, que, en alcanzado la liebre que sigue, la coge y ladeja por correr tras otra que le huye. Ojos hay engañados que a la primeravista tan bien les parece el oropel como el oro, pero a poco rato bien conocenla diferencia que hay de lo fino a lo falso. Esta mi hermosura que tú dices quetengo, que la estimas sobre el sol y la encareces sobre el oro, ¿qué sé yo side cerca te parecerá sombra, y tocada, cairás en que es de alquimia? Dos añoste doy de tiempo para que tantees y ponderes lo que será bien que escojas oserá justo que deseches; que la prenda que una vez comprada nadie se puededeshacer della, sino con la muerte, bien es que haya tiempo, y mucho, paramiralla y remiralla, y ver en ella las faltas o las virtudes que tiene; que yono me rijo por la bárbara e insolente licencia que estos mis parientes se hantomado de dejar las mujeres, o castigarlas, cuando se les antoja; y, como yo nopienso hacer cosa que llame al castigo, no quiero tomar compañía que por sugusto me deseche.

­Tienesrazón, ¡oh Preciosa! ­dijo a este punto Andrés­; y así, si quieres que aseguretus temores y menoscabe tus sospechas, jurándote que no saldré un punto de lasórdenes que me pusieres, mira qué juramento quieres que haga, o qué otraseguridad puedo darte, que a todo me hallarás dispuesto.

­Losjuramentos y promesas que hace el cautivo porque le den libertad, pocas vecesse cumplen con ella ­dijo Preciosa­; y así son, según pienso, los del amante:que, por conseguir su deseo, prometerá las alas de Mercurio y los rayos deJúpiter, como me prometió a mí un cierto poeta, y juraba por la laguna Estigia.No quiero juramentos, señor Andrés, ni quiero promesas; sólo quiero remitirlotodo a la esperiencia deste noviciado, y a mí se me quedará el cargo deguardarme, cuando vos le tuviéredes de ofenderme.

­Sea ansí­respondió Andrés­. Sola una cosa pido a estos señores y compañeros míos, y esque no me fuercen a que hurte ninguna cosa por tiempo de un mes siquiera;porque me parece que no he de acertar a ser ladrón si antes no preceden muchasliciones.

­Calla,hijo ­dijo el gitano viejo­, que aquí te industriaremos de manera que salgas unáguila en el oficio; y cuando le sepas, has de gustar dél de modo que te comaslas manos tras él. ¡Ya es cosa de burla salir vacío por la mañana y volvercargado a la noche al rancho!

­De azoteshe visto yo volver a algunos désos vacíos ­dijo Andrés.

­No setoman truchas, etcétera ­replicó el viejo­: todas las cosas desta vida estánsujetas a diversos peligros, y las acciones del ladrón al de las galeras,azotes y horca; pero no porque corra un navío tormenta, o se anega, han dedejar los otros de navegar. ¡Bueno sería que porque la guerra come los hombresy los caballos, dejase de haber soldados! Cuanto más, que el que es azotado porjusticia, entre nosotros, es tener un hábito en las espaldas, que le parecemejor que si le trujese en los pechos, y de los buenos. El toque está [en] noacabar acoceando el aire en la flor de nuestra juventud y a los primerosdelitos; que el mosqueo de las espaldas, ni el apalear el agua en las galeras,no lo estimamos en un cacao. Hijo Andrés, reposad ahora en el nido debajo denuestras alas, que a su tiempo os sacaremos a volar, y en parte donde novolváis sin presa; y lo dicho dicho: que os habéis de lamer los dedos tras cadahurto.

­Pues, pararecompensar ­dijo Andrés­ lo que yo podía hurtar en este tiempo que se me da devenia, quiero repartir docientos escudos de oro entre todos los del rancho.

Apenas hubo dichoesto, cuando arremetieron a él muchos gitanos; y, levantándole en los brazos ysobre los hombros, le cantaban el "¡Víctor, víctor!, y el "¡grandeAndrés!", añadiendo: ''¡Y viva, viva Preciosa, amada prenda suya!'' Lasgitanas hicieron lo mismo con Preciosa, no sin envidia de Cristina y de otrasgitanillas que se hallaron presentes: que la envidia tan bien se aloja en losaduares de los bárbaros y en las chozas de pastores, como en palacios depríncipes, y esto de ver medrar al vecino que me parece que no tiene másméritos que yo, fatiga.


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