La gitanilla 08_Miguel de Cervantes Saavedra(塞万提斯《吉普赛姑娘》 08)

2019-07-29 10:10:0219:02 111
声音简介

(Sección 8)

 

Dejóle Andrés, yvino a dar cuenta a los demás gitanos de lo que el mozo le había contado y delo que pretendía, con el ofrecimiento que hacía de la buena paga y recompensa.Todos fueron de parecer que se quedase en el aduar. Sólo Preciosa tuvo elcontrario, y la abuela dijo que ella no podía ir a Sevilla, ni a sus contornos,a causa que los años pasados había hecho una burla en Sevilla a un gorrerollamado Triguillos, muy conocido en ella, al cual le había hecho meter en unatinaja de agua hasta el cuello, desnudo en carnes, y en la cabeza puesta unacorona de ciprés, esperando el filo de la media noche para salir de la tinaja acavar y sacar un gran tesoro que ella le había hecho creer que estaba en ciertaparte de su casa. Dijo que, como oyó el buen gorrero tocar a maitines, por noperder la coyuntura, se dio tanta priesa a salir de la tinaja que dio con ellay con él en el suelo, y con el golpe y con los cascos se magulló las carnes,derramóse el agua y él quedó nadando en ella, y dando voces que se anegaba.Acudieron su mujer y sus vecinos con luces, y halláronle haciendo efectos denadador, soplando y arrastrando la barriga por el suelo, y meneando brazos ypiernas con mucha priesa, y diciendo a grandes voces: ''¡Socorro, señores, queme ahogo!''; tal le tenía el miedo, que verdaderamente pensó que se ahogaba.Abrazáronse con él, sacáronle de aquel peligro, volvió en sí, contó la burla dela gitana, y, con todo eso, cavó en la parte señalada más de un estado enhondo, a pesar de todos cuantos le decían que era embuste mío; y si no se loestorbara un vecino suyo, que tocaba ya en los cimientos de su casa, él dieracon entrambas en el suelo, si le dejaran cavar todo cuanto él quisiera. Súposeeste cuento por toda la ciudad, y hasta los muchachos le señalaban con el dedoy contaban su credulidad y mi embuste.

Esto contó lagitana vieja, y esto dio por escusa para no ir a Sevilla. Los gitanos, que yasabían de Andrés Caballero que el mozo traía dineros en cantidad, con facilidadle acogieron en su compañía y se ofrecieron de guardarle y encubrirle todo eltiempo que él quisiese, y determinaron de torcer el camino a mano izquierda yentrarse en la Mancha y en el reino de Murcia.

Llamaron al mozoy diéronle cuenta de lo que pensaban hacer por él; él se lo agradeció y diocien escudos de oro para que los repartiesen entre todos. Con esta dádivaquedaron más blandos que unas martas; sólo a Preciosa no contentó mucho laquedada de don Sancho, que así dijo el mozo que se llamaba; pero los gitanos sele mudaron en el de Clemente, y así le llamaron desde allí adelante. Tambiénquedó un poco torcido Andrés, y no bien satisfecho de haberse quedado Clemente,por parecerle que con poco fundamento había dejado sus primeros designios. MasClemente, como si le leyera la intención, entre otras cosas le dijo que seholgaba de ir al reino de Murcia, por estar cerca de Cartagena, adonde siviniesen galeras, como él pe[n]saba que habían de venir, pudiese con facilidadpasar a Italia. Finalmente, por traelle más ante los ojos y mirar sus accionesy escudriñar sus pensamientos, quiso Andrés que fuese Clemente su camarada, yClemente tuvo esta amistad por gran favor que se le hacía. Andaban siemprejuntos, gastaban largo, llovían escudos, corrían, saltaban, bailaban y tirabanla barra mejor que ninguno de los gitanos, y eran de las gitanas más quemedianamente queridos, y de los gitanos en todo estremo respectados.

Dejaron, pues, aEstremadura y entráronse en la Mancha, y poco a poco fueron caminando al reinode Murcia. En todas las aldeas y lugares que pasaban había desafíos de pelota,de esgrima, de correr, de saltar, de tirar la barra y de otros ejercicios defuerza, maña y ligereza, y de todos salían vencedores Andrés y Clemente, comode solo Andrés queda dicho. Y en todo este tiempo, que fueron más de mes ymedio, nunca tuvo Clemente ocasión, ni él la procuró, de hablar a Preciosa,hasta que un día, estando juntos Andrés y ella, llegó él a la conversación,porque le llamaron, y Preciosa le dijo:

­Desde lavez primera que llegaste a nuestro aduar te conocí, Clemente, y se me vinierona la memoria los versos que en Madrid me diste; pero no quise decir nada, porno saber con qué intención venías a nuestras estancias; y, cuando supe tudesgracia, me pesó en el alma, y se aseguró mi pecho, que estaba sobresaltado,pensando que como había don Joanes en el mundo, y que se mudaban en Andreses,así podía haber don Sanchos que se mudasen en otros nombres. Háblote destamanera porque Andrés me ha dicho que te ha dado cuenta de quién es y de la intencióncon que se ha vuelto gitano ­y así era la verdad; que Andrés le había hechosabidor de toda su historia, por poder comunicar con él sus pensamientos­. Y nopienses que te fue de poco provecho el conocerte, pues por mi respecto y por loque yo de ti dije, se facilitó el acogerte y admitirte en nuestra compañía,donde plega a Dios te suceda todo el bien que acertares a desearte. Este buendeseo quiero que me pagues en que no afees a Andrés la bajeza de su intento, nile pintes cuán mal le está perserverar en este estado; que, puesto que yoimagino que debajo de los candados de mi voluntad está la suya, todavía mepesaría de verle dar muestras, por mínimas que fuesen, de algúnarrepentimiento.

A esto respondióClemente:

­Nopienses, Preciosa única, que don Juan con ligereza de ánimo me descubrió quiénera: primero le conocí yo, y primero me descubrieron sus ojos sus intentos;primero le dije yo quién era, y primero le adiviné la prisión de su voluntadque tú señalas; y él, dándome el crédito que era razón que me diese, fió de misecreto el suyo, y él es buen testigo si alabé su determinación y escogidoempleo; que no soy, ¡oh Preciosa!, de tan corto ingenio que no alcance hastadónde se estienden las fuerzas de la hermosura; y la tuya, por pasar de loslímites de los mayores estremos de belleza, es disculpa bastante de mayoresyerros, si es que deben llamarse yerros los que se hacen con tan forzosascausas. Agradézcote, señora, lo que en mi crédito dijiste, y yo piensopagártelo en desear que estos enredos amorosos salgan a fines felices, y que túgoces de tu Andrés, y Andrés de su Preciosa, en conformidad y gusto de suspadres, porque de tan hermosa junta veamos en el mundo los más bellos renuevosque pueda formar la bien inte[n]cionada naturaleza. Esto desearé yo, Preciosa,y esto le diré siempre a tu Andrés, y no cosa alguna que le divierta de susbien colocados pensamientos.

Con tales afectosdijo las razones pasadas Clemente, que estuvo en duda Andrés si las había dichocomo enamorado o como comedido; que la infernal enfermedad celosa es tandelicada, y de tal manera, que en los átomos del sol se pega, y de los quetocan a la cosa amada se fatiga el amante y se desespera. Pero, con todo esto,no tuvo celos confirmados, más fiado de la bondad de Preciosa que de la venturasuya, que siempre los enamorados se tienen por infelices en tanto que noalcanzan lo que desean. En fin, Andrés y Clemente eran camaradas y grandesamigos, asegurándolo todo la buena intención de Clemente y el recato yprudencia de Preciosa, que jamás dio ocasión a que Andrés tuviese della celos.

Tenía Clementesus puntas de poeta, como lo mostró en los versos que dio a Preciosa, y Andrésse picaba un poco, y entrambos eran aficionados a la música. Sucedió, pues,que, estando el aduar alojado en un valle cuatro leguas de Murcia, una noche,por entretenerse, sentados los dos, Andrés al pie de un alcornoque, Clemente alde una encina, cada uno con una guitarra, convidados del silencio de la noche,comenzando Andrés y respondiendo Clemente, cantaron estos versos:

Andrés

Mira, Clemente,el estrellado velo

con que estanoche fría

compite con eldía,

de luces bellasadornando el cielo;

y en estasemejanza,

si tanto tudivino ingenio alcanza,

aquel rostrofigura

donde asiste elestremo de hermosura.

 

Clemente

Donde asiste elestremo de hermosura,

y adonde laPreciosa

honestidadhermosa

con todo estremode bondad se apura,

en un sujetocabe,

que no hay humanoingenio que le alabe,

si no toca endivino,

en alto, en raro,en grave y peregrino.

 

Andrés

En alto, en raro,en grave y peregrino

estilo nuncausado,

al cielolevantado,

por dulce almundo y sin igual camino,

tu nombre, ¡ohgitanilla!,

causando asombro,espanto y maravilla,

la fama yo quisiera

que le llevarahasta la octava esfera.

Clemente

Que le llevarahasta la octava esfera

fuera decente yjusto,

dando a loscielos gusto,

cuando el son desu nombre allá se oyera,

y en la tierracausara,

por donde eldulce nombre resonara,

música en losoídos

paz en las almas,gloria en los sentidos.

Andrés

Paz en las almas,gloria en los sentidos

se siente cuandocanta

la sirena, queencanta

y adormece a losmás apercebidos;

y tal es mi Preciosa,

que es lo menos que tiene ser hermosa:

dulce regalo mío,

corona del donaire, honor del brío.

Clemente

Corona del donaire, honor del brío

eres, bella gitana,

frescor de la mañana,

céfiro blando en el ardiente estío;

rayo con que Amor ciego

convierte el pecho más de nieve en fuego;

fuerza que ansí la hace,

que blandamente mata y satisface.

 

Señales iban dando de no acabar tan prestoel libre y el cautivo, si no sonara a sus espaldas la voz de Preciosa, que lassuyas había escuchado. Suspendiólos el oírla, y, sin moverse, prestándolamaravillosa atención, la escucharon. Ella (o no sé si de improviso, o si enalgún tiempo los versos que cantaba le compusieron), con estremada gracia, comosi para responderles fueran hechos, cantó los siguientes:

­En esta empresa amorosa,

donde el amor entretengo,

por mayor ventura tengo

ser honesta que hermosa.

La que es más humilde planta,

si la subida endereza,

por gracia o naturaleza

a los cielos se levanta.

En este mi bajo cobre,

siendo honestidad su esmalte,

no hay buen deseo que falte

ni riqueza que no sobre.

No me causa alguna pena

no quererme o no estimarme;

que yo pienso fabricarme

mi suerte y ventura buena.

Haga yo lo que en mí es,

que a ser buena me encamine,

y haga el cielo y determine

lo que quisiere después.

Quiero ver si la belleza

tiene tal prer[r]ogativa,

que me encumbre tan arriba,

que aspire a mayor alteza.

Si las almas son iguales,

podrá la de un labrador

igualarse por valor

con las que son imperiales.

De la mía lo que siento

me sube al grado mayor,

porque majestad y amor

no tienen un mismo asiento.

Aquí dio fin Preciosa a su canto, y Andrésy Clemente se levantaron a recebilla. Pasaron entre los tres discretas razones,y Preciosa descubrió en las suyas su discreción, su honestidad y su agudeza, detal manera que en Clemente halló disculpa la intención de Andrés, que aún hastaentonces no la había hallado, juzgando más a mocedad que a cordura su arrojadadeterminación.


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